martes, 20 de mayo de 2008

REFLEJOS (cuento en segunda persona)




Cuento corregido por Carlos Castillo

Para salir de tu casa empiezas el proceso de maquillaje, retocado de cabello, vestuario, lo cual es normal en las mujeres, pero esto te lleva más o menos una hora a dos. Cuando crees que has terminado de arreglarte, vuelves a mirarte al espejo, te quitas el cinturón negro y lo remplazas por uno blanco, pero no va con las botas negras, te las quitas y te pones las blancas de cremallera, ahora el pantalón no te gusta, mejor una minifalda. Te miras nuevamente, mejor te echas una sombra oscura que resalte tus ojos y te quitas el labial que tenías para colocarte un brillo rosa, te sueltas el cabello nuevamente y lo recoges de medio lado para verte más sensual. Y mientras tanto todos se tullen a tu alrededor con la demora.

Cuando terminas, todos te dicen que estás absolutamente perfecta para que no se te ocurra querer cambiarte otra vez. El que dice que ya se le está colmando la paciencia con tus rituales de belleza es tu novio, y vaya paciencia que ha tenido, porque el resto no se cansa de expresar la hartera que les da esperarte, aunque claro siempre lo dicen a tu espalda.

Por fin salen de tu casa, llegan al bar, no pasan ni 20 minutos de estar ahí, cuando te paras de la mesa con tu cartera. Ya todos saben que vas al baño a retocarte, no saben porque lo haces si estas regia. Todas las mujeres de la mesa ruegan por dentro que no les pidas que te acompañen porque eso implica, como siempre, perderse de 3 a 5 piezas que quisieran bailar.

Acaso no has notado que cuando te paras y miras alrededor a ver quien te acompaña, ellas aprovechan para besar a sus parejas, hacer que leen la carta de licores o que en ese momento se les cae algo debajo de la mesa y lo buscan con desespero. Pues mira de nuevo amiga porque eso siempre pasa; cuando vuelves a la mesa, estás igualita a como te fuiste, nadie sabe que es lo que tanto haces en el baño.

Vas con tu novio a la pista de baile, pero él casi siempre regresa solo, porque tu terminas de bailar y regresas al espejo, quizá se te aplasto el cabello o se te corrió un poco la pestañina. A veces vemos como tu novio se queda ahí sentadote con cara de bobo esperándote, sólo se entiende contigo bailando así que no saca a nadie más, y tú muy ocupada con tu vanidad no te das cuenta de que le haces pasar una noche aburrida. Cuando vuelves a su lado, te molestas porque no comprendes la cara de enojo que tiene.

Así que armas un show diciendo que él no te comprende, que el no es mujer, y que él no se debe exclusivamente a su imagen como tú para poder sobresalir en el medio artístico, y es cuando él te compara con otras mujeres y dices que eres la excepción a la regla, que tienes un problema, que eres narcisista. Siempre con esas palabras te vuela la putería, entonces te dedicas a recorrer el bar sola, a bailar con otros hombres, a entablar amistades de una noche. Y como no, a volver al baño para verte en el espejo sin que nadie te joda…

No se cuantas veces ha pasado esto, pero él nunca se ha ido, siempre te espera hasta que termines de hacer todas tus escenas,para distraerse se va al piso de arriba donde ponen música electrónica, se mete una pepa y baila solo, luego cuando te cansas de la gente y el empieza hacerte falta, vas y lo buscas, le llevas una botella de agua y lo contentas con dos o tres palabras melosas.

Ya no se sabe quien es mas pendejo de ustedes dos, porque ninguno de nosotros los entiende, si el no se ha cansado, a mi ya me tienes mamada, quiero compartir por una vez con ustedes la noche, verlos en la mesa juntos, pasar un momento agradable...

Hoy se repite la historia, te sigo al baño, y te veo ahí parada mirándote al espejo,percibes mi presencia tras de ti, y el acercamiento estrepitoso al cristal de la botella que rompe en pedazos tu imagen.

domingo, 11 de mayo de 2008

EL BUITRE (cuento metaficcional)














Cuento corregido por Carlos Castillo


Ser blanco en aquella tierra era ventajoso.

A mis 24 años decidí hacerme reportero grafico para mostrarle al mundo las injusticias que a diario sucedían. Poco a poco fui cultivando mi amor por la fotografía, siempre supe que una imagen expresa más que mil palabras.
Conocí personas, excesos, pasiones, pero los que siempre estaban conmigo y no eran de esas sombras vagas que pasan por la vida fueron Ken, Grez y Joao, también fotógrafos de profesión. A los cuatro nos encantaba estar juntos, prácticamente éramos inseparables tanto que nos llamaban el Bang Bang Club, nos fascinaba nuestro trabajo, éramos adictos a él, más que al alcohol y a las tantas drogas que consumíamos.
Al saber de cualquier matanza que hubiera ocurrido en cualquier punto del país, salíamos ansiosos a recoger nuestras cámaras, subirnos al primer avión y tomar nuestro mejor ángulo de aquellos cuerpos destrozados.
Luego, entre cervezas y cigarrillos, exponíamos nuestras fotos, para ver cuál era la más trágica, esa que podía hacer helar la sangre de solo verla, sentirse enfermo y nauseabundo, por la que los periódicos pagarían bien. En este punto de mi vida yo ya había perdido el deseo de sensibilizar, yo mismo me hice insensible, desarrollé un corazón gélido y una mirada fría.
De una fotografía sólo me interesaba la luz, el formato, el fondo pero nunca el sujeto que estaba tras el lente. Solo buscaba una foto perfecta que me diera el reconocimiento mundial.
A principio de los 90 nos vino trabajo a granel, fue la época en que el país se sumió completamente en la anarquía y los genocidios estaban a la orden del día. Nos preparábamos como quien va a trabajar a la oficina, esto se volvió una rutina, y poco a poco me cansé de ver siempre lo mismo en Katlehon por lo que decidí irme un tiempo de vacaciones a Sudán No fue sino llegar cuando la vi.…
Ahí estaba ella, tan pequeña e indefensa. No tendría más de cinco o seis años. Y se notaba que venía arrastrándose por la arena caliente desde hacía rato. Estaba totalmente famélica, la piel pegada a las costillas, aunque ese estado de desnutrición allá no es raro; venía en cuclillas y con la nariz pegada al piso, aspirando la arena como un drogadicto aspira polvo de ángel. La cabeza se veía demasiado grande en ese cuerpo tan diminuto y huesudo; cada movimiento le demandaba un esfuerzo exagerado, pero en sí ella no fue lo que me llamó la atención sino su compañero.
Atrás, a una pequeña distancia, como un guardaespalda, vestido de negro y con los ojos siempre puestos en ella camina un buitre. El sabía que le faltaba poco para que la niña muriera ahí, podía sentir el olor, ambos podíamos, pero él no tenía prisa .Cada centímetro que ella se arrastraba, el daba un pequeño saltito; el corazón me saltó del pecho, saqué la cámara y sentí que era la imagen que había estado esperado durante toda la vida.
Tome una y otra foto, de un ángulo, de otro, pero el calor empezó a agobiarme. Tenía hambre y sed, pero esperé. Quería que el buitre hiciera algo increíble, que se le acercara y posara sus alas encima, algo así como un abrazo de la muerte o que la empezara a picotear; pero yo sabía que ellos nunca lo hacen hasta que la presa esta muerta. La niña ya lo había visto pero no tenía fuerzas para espantarlo y él no tenía intenciones de irse. Ni siquiera mi presencia lo importunó.
Esperé, no pasó nada, la niña se quedó quieta pero los minutos no, la sed se hizo más violenta, estaba sudando y harto de esa monotonía, me aleje de ahí, ya no había nada más para ver.
Días después revelé los rollos, la foto de la niña y el buitre se publicó casi de inmediato, gané prestigio en el medio. En el año de 1994 me llamaron para decirme que por este trabajo me había ganado lo que tanto deseaba: el premio Pulitzer.
Después de esto mi fama como fotógrafo fue tan grande como baja mi reputación de hombre. Todas las personas, tanto allegadas como extrañas, me empezaron a preguntar lo mismo: el paradero de aquella niña, que si yo la había salvado, que a donde la había llevado, pero cuando les dije que yo la dejé a merced de su suerte todos me recriminaron. Mi familia, especialmente, empezó hacerme a un lado. El único que me apoyó en todo esto y que entendía que poco a poco uno se insensibiliza en esta profesión hasta prácticamente quedar anestesiado era mi buen amigo Kent. De mis otros dos amigos no volví a saber.
Hoy amigo, ni siquiera tú puedes consolarme. Esos malditos en Tokoza te acribillaron a balazos, ahora si estoy realmente solo; para qué el dinero y la fama si nadie puede estar a mi lado sin perforarme el alma con una mirada de desaprobación, soy una escoria.

No puedo dormir, me paso las noches en vela, tomo y me drogo más que nunca, la culpa me carcome el cerebro, no me deja pensar, ni respirar. He dejado de tomar fotos ya no me interesan, no he vuelto a asistir a ningún evento, no contesto las llamadas y no respondo los correos ni las cartas.
En las noches siempre tengo el mismo sueño, una y otra vez, en el cual me veo a mi mismo desnudo y arrastrándome por la arena del desierto. Siento que el alma se me está escapando del cuerpo, me siento débil, agotado, no puedo ni siquiera llorar, tengo calor, hambre, sed, siento los miembros pesados.
Y es entonces cuando lo veo, veo aquel maldito buitre acercándose con esos pequeños saltos. Es de una contextura desproporcionada, como dos veces yo, lo siento acercarse más y más, abre sus alas, siento sus plumas suaves acariciándome el rostro. Levanto, con mi ultimo esfuerzo la cabeza, él maldito con un movimiento ágil y rápido me saca los ojos, y empieza a picotearme y a destrozarme, es el peor dolor que he sentido. Me levanto gritando, llorando y tocándome el rostro que empapado de sudor pienso que es la sangre que brota de mis cuencas vacías.
Ya no puedo continuar así, es por eso que hoy he cogido el coche y me he parqueado en la ladera de este río, el lugar más querido en mi infancia, me encantaba jugar aquí, era la época en que yo era inocente de todo. He metido una punta de la manguera de caucho en el exhosto y la otra por el baúl, las ventanillas están cerradas, el reproductor toca mis canciones favoritas las que me recuerdan al Bang Bang Club.
Aspiro lenta pero profundamente el gas, me siento somnoliento, ya no puedo abrir los ojos, el cuerpo me pesa. Te veo Kent, me tomas de la mano, sonrío porque estamos juntos nuevamente, esta vez tú llevas un rifle para matar al maldito buitre y yo una manta para recoger a la niña y llevarla con nosotros……


PEDIDO (cuento de inscripcion)


Llegó a ella con rostro consternado y traslúcido, como esas estatuas de alabastro y mármol que se ven en las iglesias,las manos le temblaban, los labios eran de un color morado y sus ojos veían sin mirar, se paró ante ella y con voz gutural le dijo:
-Ayudame!!
-Quítate la ropa, ordenó ella y ven conmigo…
El lo hizo obedientemente, no expresó sorpresa, ella lo tomó de la mano y le ayudó a caminar, las piedras le herían los pies,se introdujeron poco a poco en el río de aguas heladas.
El empezó a temblar todavía mas, ella lo hizo arrodillarse, le coloco su mano en la cabeza y elevo la mirada al cielo, murmuraba cosas que el no entendió,hablaba mediante el lenguaje de la naturaleza.
Así paso un rato, hasta que el sintió un calor interno, como un fuego que le quemo el pecho. Ella se arrodillo junto a el.
-Necesito que metas tu cabeza, y no la saques pase lo que pase hasta que yo te diga, dijo ella.
El no tuvo tiempo de discernir, ella introdujo su cabeza sin esperar una respuesta. Calma y silencio. Ella se sumergió con el, de repente sintió que alguien o algo hablaba al unísono con la corriente, era un rugido que se torno ensordecedor, como muchas voces gritando juntas.
Abrió los ojos y notó que el agua estaba turbia, tanto que no pudo verla a ella, solo sentía su mano, trato de vislumbrar algo,pudo ver un par de ojos amarillos resplandecientes, como un gato en la oscuridad, unas manos huesudas le tocaron el rostro.Gritó y trato de salir, pero ella lo hundía con mas fuerza, tragaba demasiada agua pensó que moriría….
Despertó al lado de la orilla, ella estaba sentada a su lado, se sentía cansado…
Musitó en voz baja:
-Cuando estuve en el agua ví algo, ¿Qué era eso?...¿Un demonio?
-No era un demonio, solo te mostré en lo que tu energía alma, como lo quieras llamar, se ha convertido a través de los años por medio de tus actos, lo que viste es lo que eres por dentro.
-Déjenme en paz gritó.
-¿Y estos gritos desgarradores en mi cabeza? si solo era mi yo interno ¿Porque tantas voces?.
-Esas voces -dijo ella-son los lamentos de tus victimas.
-Quítamelas, te doy lo que quieras, todo lo que poseo.
-No puedo hacer eso, están arraigadas a ti, y no te dejarán tranquilo en vida hasta que les entregues lo que quieren.
-¿Que? Dijo el, lo que sea yo lo entrego,pero que me dejen en paz.
Ella sacó de su cinto una navaja
-Quieren tu vida a cambio….
-Nunca!! dijo el, pero los gritos en su cabeza retumbaron con más fuerza, ella le dijo algo pero el ya no la escuchaba, le arrebató la navaja y se abrió la garganta
Lo arrastró por las piedras y se hundió con el cuerpo inerte en el río, escuchó las voces que estaban apacibles y dóciles, en el murmulloo de las corrientes lo oyó a el,lloraba, gritaba y se lamentaba. Soltó su cuerpo, el cual se llevo lentamente la corriente.
Salió lentamente del río, recogió su navaja, le limpio la sangre con su falda, y la puso nuevamente en su cinto…
-Era tu alma lo que queríamos…
Se introdujó en la espesa árboleda, caminaba sin dejar huella.