jueves, 31 de julio de 2008

TIEMPOS PERDIDOS



—¿Qué hora es?
—Cuarto para las diez. Nos tomamos una cervecita, el sol esta picantico.
—Mejor llevémosla y vamos a caminar. Mirá que estoy cansada de estar aquí sentada
—¿Y pa’donde? ¿Pa’ las Cabañas o pa’las Nieves?
—No, ¿a vos qué te pasa? Eso esta muy lejos. Algo más cercano. Vamos al río y nos metemos un rato.
—Mejor vamos a coger naranjas allá donde don Jesús. Yo conozco un camino que da a una de las cercas de la finca, podemos levantarla y meternos po’ahi. Y de vuelta nos tiramos al río.
—Listo, espérame aquí, voy por un costal.
Cogieron por el camino polvoriento y empedrado que va para el río, ese mismo que hace más de siete años esta prometiendo la alcaldía pavimentar. Se metieron por una trocha que se abría por una de las laderas del río. Omar dudo un momento si era el camino correcto pero no había otra entrada que vislumbrara otra trocha en ninguna parte más que aquella.
Entre charlas y chanzas caminaron por espacio de veinte minutos monte adentro. Al rato, Helen se sintió hablando sola, Omar ya no estaba tan conversador, en vez, miraba más atentamente a su alrededor y contestaba con monosílabos.
—¿A vos que te está pasando? Mirá que te estoy hablando desde hace rato y no me contestás. Si no andará con vos diría que estamos perdidos.
Silencio.
—¡Ah! No Omar, portáte serio, ya dejá la joda, ¿hacia dónde cogemos?
—Doña Helen, déme un minuto pa’ubicarme. Mire que hace meses que no vengo po’aquí.
Helen, que se había dejado llevar hasta ahí sin prestar atención por donde iban, se detuvo a observar el panorama.
–Omar ¿que árboles son estos? Yo nunca los había visto
Omar se quedo mirándolos, tocó y olió su tronco. Se rascó la cabeza:
—Pos ni idea, yo tampoco se que son. Huelen a pino, pero no tienen la forma, la verdad no sé, bien altos si están, y no puedo subir por ese tronco para mirar donde esta el pueblo.
—Cálmate, no te desesperes, tratemos de encontrar el río y de ahí nos ubicamos.
Caminaron por donde habían venido, pero no lo podían escuchar, Omar se sentía cada vez más intranquilo, acelerado y confundido. Helen miro el reloj, eran las 10:45 a.m. A la una llegaría la niña y no la encontraría. Debía darse prisa.
—Omar —le dijo tratando de parecer calmada— ¿Ya te ubicaste?
—Doña, quédese aquí, no se vaya a mover de este árbol, voy hacer una inspección rápida. Ya vengo.
Omar se perdió por el monte.
Pasado un tiempo, Helen gritó:
—Omar, me oís, ¿dónde estás? ¡Omaaar!
Al no escuchar respuesta, gritó con más fuerza.
—Seño Helen, alcanzo a escucharla. ¿Dónde está?
—Aquí, en el maldito palo donde me dejó. ¿Usted dónde está?, se escucha muy lejos
—¿Cómo que en el palo donde la deje? Si estoy aquí parado y usted no esta acá
—Omar ¡pendejo! Que no me he movido, se confundió de palo.
Silencio
—¡Omaaar! ¡Contésteme!
Silencio
Helen se puso a llorar, era claustrofóbica y a pesar de estar en campo abierto se sentía como en una caja de cartón.
—Omar hijo de su puta madre, sácame de este monte, no ves que la niña no tiene quien la reciba en la casa.
—¡Heleeen! ¿Ahora para dónde se fue? Me tiene dando vueltas.
—¡Huevón! ¡Cómo putas le explico que no me he movido de este palo!
Así estuvieron otro tanto, ella pensando que el era un mal nacido que la estaba asustando, y él confundido porque no la podía encontrar donde la había dejado.
—Helen, ¿Me oye?
Ella se sobresaltó, sintió que le había hablado en el oído, se volteó pero no había nadie a su alrededor.
—Helen, si puede escucharme, óigame bien, este monte esta maldito, coja un bejuco y azote duro los troncos, vaya rezando la oración a San Isidro Labrador ó la que sepa. Y en la lejanía se escuchaba el “Suas, suas, suas”, era el azote que Omar le estaba dando a los palos con su propio bejuco. Helen recordó que en el pueblo alguna vez le pasó esto a don Jerónimo cuando perdió un novillo por las laderas del río, la madreselva se lo quería llevar. Se secó las lágrimas, se encomendó a todos los santos con todas las oraciones que estaban en su repertorio y le dio a esos palos rejo ventiao.
A los pocos minutos escuchó a Omar que rezaba gritando a pulmón herido.
—¡Omar! ¿Me oye? —Grito.
—Doña Helen por diosito no solo eso, sino que ya la veo, quédese ahí parada.
Helen pudo divisarlo acercándose a ella a paso rápido, se abrazaron, lloraron y se persignaron.
—Vamos a rezar juntitos para salir de aquí, no me suelte la mano, no quiero dejarla sola.
Entre azotes y oraciones, escucharon de nuevo el río, se tiraron montaña abajo hasta alcanzarlo, caminaron por entre las piedras hasta que retomaron el camino al pueblo.
—Dios mío Omar ¿Qué fue eso?
—El monte que nos quería tragar, gracias a dios me acorde de la azotada con el bejuco, ó no estaríamos contando el cuento.
Aún repuestos del susto, y más confortados, seguían caminando asidos de la mano por miedo a perderse el uno del otro.
—Omar, ¿que hora será?
—Como mediodía, más ó menos.
—A mi me parece que ha pasado una eternidad. Caminemos más a prisa, la niña llega en el bus de la una y no tiene llaves de la casa.
Aceleraron el paso. Al pasar por la venta de melcochas, Helen quiso comprar una para su hija, así una posible espera sería compensada.
—Buenas, una melcocha por favor.
Doña María, que estaba en la cocina tostando maní en la paila, salió para atender la venta:
—¡Animas benditas! —dijo—, y de la impresión se le cayó la cuchara de palo que tenía en la mano.
Recuperada del susto, siguió diciendo:
—No puedo creer que los estoy viendo, mire que revuelo que se armó en el pueblo porque ustedes desaparecieron. Unos pensaron que los había secuestrado la guerrilla, otros que se habían fugado juntos. Y su hija, la pobre ha crecido buscándola y preguntándola diariamente en la comisaría del pueblo.
Helen miró el reloj de plástico que colgaba de una de las paredes de bareque de la casita, eran las 10:45 a.m., lo que no concordaba era el día señalado en el calendario.

10 comentarios:

Liliana Montes dijo...

El cuento está supersoyado!!!! Me gustó leerlo, aunque al principio es un poco lento, como que le falta fuerza, luego todo pasa rapidisimo. Sigue escribiendo.

Akeronte dijo...

Pues me sorprendió el final. De verdad que no lo esperaba. Auqneu el nudo de la historia se me hizo algo extraño, es bastante coherente con el final del cuento. Para dejar clasras ciertas cosas, los nombres de lugares propios es mejor escribirlos con mayúscula inicial. Para que te ahorres la explicación extensa y paradójica de la fobia de Helen, el miedo a los espacios abiertos es agorafobia.

DIANA ANDREA dijo...

Gracias liliana por tu comentario, me agrada ver que me lees. Akeronte gracias por las sugerencias, cambie por mayúsculas los lugares. Y respecto a la fobia, es como tu dices algo paradójico porque en realidad Helen no le teme a los lugares abiertos, por el contrario, pero en ese momento sucedio eso. Como escribirias tu ese renglón?...

Gabriel Umaña Suárez dijo...

Un alucinante mito convertido en cuento. La verdad, me sorprendió mucho. Se logra sentir la angustia de los personajes que tratan de encontrarse en medio de un monte maldito. Coincido con el primer comentario, el principio es un poco lento, tal vez por la explicación sobre los personajes y su vinculación. Creo que omitir esta información, no afectaría la trama principal, y lo haría un poco más agil. De todas formas, es cuestión de gustos. Hay algunas cositas de puntuación y gramtaica por corregir, pero bueno, lo importante es la historia, que para mi, funciona bien.

DIANA ANDREA dijo...

Gabriel, creo lo mismo que tu, he decidido omitir esa parte para que el cuento sea mas ágil.. Gracias.

Liliana Montes dijo...

Nuevos cambios !!! No me había dado cuenta, creo que el comentario de Gabriel estuvo acertado. Hasta ahora veo que la relación entre la señora y el maestro de obra, no era muy importante para el desarrollo de la trama. Ahora que lo leo de nuevo, lo siento más emocionante, no sé, más creible.

DIANA ANDREA dijo...

Gracias Monica por tu aporte y por las correcciones.

Mónica Montaña Soto dijo...

No, para nada. Un pequeñìsimo aporte de lo poco que sè. Y lo reitero ¡Que relatazo! Me encantò realmente. Esta escritura, asì, fresca, descomplicada y atrayente es muy agradable. La carpinteria es parte lo que estamos aprendiendo, y ahì vamos. Felicitaciones. Un saludo.

Magdalena dijo...

Coincido con Gabriel, logras transmitir la angustia de los personajes.Tomaste en cuenta el comentario de Gabriel y claro le da una agilidad constante al relato.Me gustó la tensión,el suspenso y el final muy acertado. Un abrazo.

Magdalena dijo...

Las correcciones del cuento muy acertadas, tuviste en cuenta las observaciones de Gabriel. Me gusta la agilidad de la narracion y el lenguaje sencillo, que aporta para que la historia sea creíble. Por momentos me sentí perdida y asustada, acompañando a los protagonistas. Un abrazo.