viernes, 12 de septiembre de 2008

POR SI LAS DUDAS

Cuento corregido por Monica Montaña

Al llegar, ya tenía arreglada una habitación para mí, aunque no era una niña pequeña, un conejo rosado de felpa adornaba la que sería mi cama por los próximos tres meses, tiempo que duraría mi visita.
El invierno de ese año fue uno de los más fuertes en 50 años según dijeron, mi madre había alquilado un apartamento en un hotel, el cual fue construido en la primera guerra mundial. Ahora servía de vivienda a los militares transferidos de América a la nueva base de pruebas de la fuerza aérea.
Desde que llegué no me sentí cómoda, sin embargo no dije nada para no importunarla, solo le pedí prestada una lamparilla, la cual dejaba encendida todas las noches, temía estar a oscuras en esa habitación. Un ambiente extraño circundaba en ella, yo pretextaba quedarme dormida leyendo hasta tarde.
Una de esas tantas noches en que no conciliaba el sueño, sentí la presencia de alguien sentado en el borde de la cama, pensé que era mi madre pero al voltear, quedé frente a frente con una señora desconocida, de unos 40 años de edad, piel blanca, rubia, ojos azules. Recuerdo que tenía puesto un abrigo de color amarillo pálido, el cual se veía muy sucio por algo que parecía ser tierra o lodo. Estaba despeinada y parecía llevar pedazos de hojas secas incrustadas en el cabello. Asida tenía una botella de licor, la cual extendió bruscamente a mi cara diciéndome:
—¡Drink!
Y fue más una orden que una sugerencia. Me di la vuelta rápidamente para esquivar el golpe, acto seguido desapareció.
No pude conciliar el sueño hasta entrada el alba.
En el desayuno, mi madre notó que yo no había dormido, me preguntó si todavía no me acostumbraba al cambio de horario. Pensé en darle esa razón, pero me aventé a contarle lo que había visto. Sabía que se reiría un rato o me calmaría diciéndome que todo era producto de un mal sueño. Pero según le contaba lo sucedido me miraba cada vez más extrañada. Al terminar mi narración ella dijo:

—Cuando me separé de Berny y llegué a este pueblo, solo pude pagar por una de las habitaciones del piso de arriba. Tuve que tomarla mientas reunía el dinero suficiente para el deposito de uno de los apartamentos de este piso. Justo en este, vivían un teniente con su esposa y una niña de siete años. Él siempre se iba temprano y volvía en la noche, la señora se quedaba con la niña, supuestamente para cuidarla, pero casi siempre la dejaba sola bajo llave, lo sé porque la escuché no sé cuántas veces llorar en las tardes.
—Pobrecita.
—La señora en cuestión se dedicaba a recorrer los pasillos del hotel en estado de embriaguez. En las noches, se apostaba en la puerta del hotel hasta que el marido volvía del trabajo, y no perdía ocasión para dejarle en ridículo. Él le decía que subieran, pero ella se resistía, a la final se la llevaba a la fuerza. Igual adentro como afuera seguía el escándalo de esta mujer, tirando cosas, azotando puertas, gritando vulgaridades. Varias veces los vecinos amenazaron con llamar a la policía, pero según se supo, el teniente pasó una buena suma a la administración para que pasaran por alto los escándalos.
...
—Una noche, hace más de un mes, me la encontré en las escaleras, estaba borracha, tenía una botella de whisky en la mano que me acercó gritándome como una loca: —¡Drink Drink with me! Yo no sabía que hacer, en eso llegó el esposo, me pidió disculpas y se la llevó a rastras al apartamento. Ese día le colmó finalmente la paciencia al señor porque le estaba dando duro a la vieja esta, y de pronto escuché un sonido diferente, como cuando alguien se golpea la cabeza muy fuerte contra algo, ya sabes como es el sonido, como una totuma que se quiebra. De ahí nada, ni un murmullo en toda la noche. Quise llamar a la policía pero las líneas estaban dañadas por la ventisca. Al otro día me llamaron de la administración por si quería tomar este apartamento en arriendo, según me dijeron, los que vivían aquí tuvieron que irse esa misma noche de improviso para Estados Unidos. Pensé —demasiado de “improviso”.
—¿Cómo así?
—Pues así como lo oyes. Todos los muebles que habían comprado los dejaron, el televisor, la remesa, la ropa. Es más, hasta ese conejo rosado. Todo lo que tenemos aquí era de ellos. Esa noche recuerdo que ella tenía puesto un abrigo amarillo. Tal cual me la describiste.

Nos miramos y guardamos silencio. Mi madre se levantó de la mesa, sacó una pequeña agenda telefónica que estaba en el cajón de la cocina y marcó un número.
—Buenos días, ¿con quien debo hablar para que me trasfieran de apartamento?
Volteó a mirarme con el teléfono en la mano y me dijo:
—Por si las dudas...

5 comentarios:

Simon Estrella dijo...

Bueno, la historia en si es buena, pero hay que corregir un par de cositas que, a mi manera de ver, no estan bien estructuradas:
1. Cuando uno habla no dice "apto" para referirce a los apartamentos, generalmente, no se utilizan las abreviaciones al momento de hablar, si es un dialogo, es poco comun que la señora diga "apto":
"-Cuando me separe de Berny y llegué a este pueblo, solo pude pagar por una de las habitaciones del piso de arriba, me ofrecieron una que queda justo encima de este apto, la tomé mientas..."

2. Al comienzo de la historia dice algo que no me quedo claro, pense que el narrador era un hombre, pero luego me di cuenta que no, deberias dejar en claro eso al comienzo asi evitas despistes:
"aunque no era una niña, un conejo rosado de felpa adornaba la..."
"Desde que llegué no me sentí cómoda, sin embargo no quise..."

Un saludito Andrea!

Akeronte dijo...

Darkwater. Viste esa película?
Este escrito tuyo me la recordó, es un tema similar. Es un tema que se ha trabajado bastante. Pues me parece interesante el final que le das, no es un giro violento ni nada de eso. Es como una salida tranquila a la historia. Dos cositas: no hay necesidad de poner tilde al conector "o" cuando está entre dos palabras. Sólo entre números. No uses abreviaturas, pues eso hace que la construcción del mundo se caiga, en el caso de "apto" (de apartamento).
Me gustó mucho el ritmo de la historia, cadenciado, vas llevando de la mano al lector. Gracias.

DIANA ANDREA dijo...

Gracias, ya le quite las abreviaturas. Esto más que un cuento es una anecdota, algo me que me sucedio hace unos años..porque los fantasmas de que existen existen!!.

Mónica Montaña Soto dijo...

Conozco la referencia, pero creo que hay una distancia considerable, sobretodo en el final. Independientemente de las mínimas fallas gramaticales, uso de conectores o abreviaturas (cosas que afortunadamente vamos aprendiendo y corrigiendo), este texto deja ver una cadencia agradable, un poder de atracción que lo hace leer de principio a fin, con total gusto. Las descripciones son ajustadas a la necesidad de la narración; el panorama se hace visible en pocos renglones. Además del valor que adquiere haber sido escrito en base a hechos reales. Tal vez por eso el final, a pesar de ser “simple” resulta interesante, como dice otro comentario. El narrador me parece claro desde el primer momento. Me encanta el título, y creo que es un muy buen relato: un toque particular, estructurado, dialogado, muy bien. Un saludo.

Magdalena dijo...

Que buena historia, me atrapó la agilidad en la narración,me gustó mucho el final, no se cae, es perfecto para el ritmo que mantuvo el relato.Los diálogos son acertados. Muy bien Diana.